«Y los peces del Aquarium, ¿se pueden pescar?» | El Diario Vasco

2022-05-20 03:01:34 By : Ms. Julia Zhang

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Alazne Cigaran, Maider Criado, Idoia Escobar y Berta Revuelta representan a Chillida-Leku, Aquarium, Balenciaga y San Telmo. / LUSA/ARIZMENDI

Desde una familia que no encontraba en Chillida Leku el bosque de Oma hasta visitantes que se hacen selfies agarrando los modelos de Balenciaga, desde gente que pregunta si en el Aquarium hay ballenas vivas hasta usuarios que se meten dentro del Seat 600 expuesto en San Telmo, el anecdotario del personal que atiende al público en los museos da para muchos. En el Día Internacional de estos centros, cuatro trabajadoras relatan en qué consiste su labor con los visitantes y narran algunas anécdotas recogidas a lo largo de los años. Con todo, los incidentes curiosos suelen ser la excepción.

Idoia Escobar, jefa de Atención al Público y Mediación del Balenciaga. / LOBO ALTUNA

Idoia Escobar ha pasado por casi todos los puestos y departamentos en sus once años en el Museo Balenciaga. Ahora es la jefa del equipo de Atención al Público y Mediación. A su formación en Turismo, se suma su pasión por la moda. «Tenemos un público mayoritariamente femenino y de entre 35 y 65 años, aunque está aumentando la gente más joven, quizás, debido a que cada vez somos más conocidos. Y al ser un museo dedicado a un modisto y estar la moda en auge en Gipuzkoa, ahora el público es más mixto; antes los hombres se quedaban fuera tomándose un café».

En estos años, se ha encontrado con situaciones curiosas: «Al principio, teníamos los vestidos en vitrinas y entonces bien porque no se podían tocar. Había visitantes que se acercaban tanto que acababan pegándose con la frente en el cristal. Ahora que tenemos algunos vestidos al aire para que se aprecien mejor las telas y los encajes, hay que llamar mucho la atención a la gente porque los tocan sin preguntar. Incluso nos ha llegado a pasar que los vigilantes han descubierto a algunos que se hacen selfies cogiendo del hombro al maniquí».

Coincide en que entre el público hay «un poco de todo: desde gente que llega sin saber exactamente a dónde vienen hasta otros atraídos por la línea actual de la marca Balenciaga, que no tiene nada que ver con lo que tenemos en el museo. Así, algunos te preguntan dónde tenemos las famosas zapatillas Balenciaga y ahí les tienes que explica que antes que el Balenciaga que conocen, hubo un Cristóbal Balenciaga. También viene gente conocida sin avisar, desde actores de cine hasta cocineros famosos».

Finalmente, otro aspecto que sorprende a «muchos visitantes es que creen que sólo van a ver vestidos de fiesta y no se dan cuenta de que las clientas de Balenciaga también vestían para hacer vida normal en el día a día. No se imaginan que en el museo se van a encontrar abrigos, chaquetas... porque no piensan que son alta costura», concluye Escobar.

Maider Criado trabaja de cara al público del Aquarium dede hace trece años. / ARIZMENDI

Destinada desde hace trece años al Departamento de Atención al cliente del Aquarium, Maider Criado se ocupa de «vender los tickets, dar la información necesaria para realizar la visita y también ofrecer datos sobre la ciudad porque a menudo ejercemos de oficina de turismo». Confiesa que siempre le ha gusto el trabajo de cara al público y en ese sentido, considera que «es difícil encontrar un lugar mejor que el Aquarium» con sus 300.000 visitantes anuales, que dan para una amplia casuística.

«Hay visitantes que nos pregunta a ver si se van a mojar aquí dentro y si hace falta chubasquero, si el esqueleto de ballena es de un dinosaurio, hay quien cree que puede pescar y también nos preguntan si tenemos ballenas en el interior». Lo que no hay que descuidar nunca es la vigilancia porque «a veces hay gente que hace lo que no debe. Entre los incumplimientos, los más frecuentes son los golpes en los cristales, algo que molesta a los peces, las fotografías con flash, pese a que avisamos a la entrada, o las carreras que los niños se echan por el túnel. Todo lo que pueda molestar al animal tenemos que evitarlo y nos obliga a llamar la atención del visitante, que muchas veces no se da cuenta». Después de todo este tiempo en el museo oceanográfico donostiarra, Maider Criado opina que «aún hay preguntas que nos pueden sorprender», señala.

Criado reconoce que «en temporada alta el trabajo es agotador, pero en otras épocas con menos visitas es gratificante porque te permite entablar conversaciones con el cliente y surgen estos detalles con los que te ríes. Es más ameno que cuando estás sin parar todo el tiempo».

En ese sentido, explica, «intentamos recomendar lo que más puede gustar al cliente. Normalmente, las cosas que la gente nos dice a la salida que más le han llamado la atención, pero también depende de la edad del visitante: a la gente mayor igual le interesa más la parte del museo, que es muy bonito y completo, mientras que los jóvenes prefieren el tema de los peces. Hay quien nos dice que es uno de los museos más bonitos que ha visto en su vida porque los hay más grandes, pero éste nos dicen que es precioso».

Alazne Cigaran coordina el Departamento de Atención al visitante en Chillida Leku. / LUSA

La coordinadora del Departamento de Atención al visitante de Chillida Leku, Alazne Cigaran, atesora ya unas cuantas anécdotas a pesar de que llegó hace poco más de doce meses al cargo. «El año pasado, en el que vino muchísimo turismo español, nos llamaban mucho la atención las preguntas en torno a si la familia Chillida vivía en el caserío Zabalaga o en la villa. Y luego, nos ha llegado a pasar que entran en el museo y nos preguntan: '¿Y dónde está el museo?' Nos quedábamos todos... También les interesa mucho saber el significado de la palabra 'Leku' '¿Significa madre? ¿O casa?' 'Aaaah, claro'. Son preguntas que se repiten una y otra vez. También me hizo mucha gracia una familia de Almería que al concluir la visita, me dijo que muy bien, que muy bonito, pero que a ver dónde estaban los árboles pintados –en referencia al bosque de Oma, de Agustín Ibarrola–. Y cuando les dije que no, que estaban en Bizkaia, me responden. '¿Eso es por la zona des árboles que hay entre el caserío y la villa, no?' Ahí ya se te rompen los esquemas», confiesa.

En cuanto a los niños que participan en las visitas escolares al museo hernaniarra, «cuando les cuento que Eduardo Chillida fue portero de la Real Sociedad, alguno me ha preguntado si fue Balón de Oro». La empleada del museo también recuerda algún irrintzi en el interior de Zabalaga, durante una visita de mujeres el 8 de marzo.

Aunque Chillida Leku es un museo inusual en cuanto está permitido tocar las obras instaladas en la campa de Zabalaga –no así las del interior del caserío–, algunos niños «se suben a las esculturas, cosa que no se puede. Sí se pueden tocar, pero no subirse encima. Es algo normal y solemos explicarles lo que es el respeto a la obra». También suele ocasionar algún problema la prohibición de entrada a las mascotas, que mucha gente que se acerca al museo ignora. El resto de 'infracciones' más habituales se reducen a comer o fumar fuera de las áreas habilitadas. «Les cuesta diferenciar el museo de un parque».

Cigaran explica que «en nuestro caso es muy importante, por un lado, explicar en qué consiste y cómo se visita el museo, y por otro, intentamos transmitir toda la filosofía y las técnicas del artista. Nos gusta hacerlo de una forma abierta para que cada cual lo sienta a su modo, que era un punto clave de Eduardo Chillida».

Berta Revuelta | Museo de San Telmo

Berta Revuelta atiende al público en las taquillas de San Telmo. / USOZ

Berta Revuelta trabaja en la taquilla de San Telmo desde hace siete años y además, «explicando a la gente el recorrido para que no se pierda. Y a veces, mis compañeros están también en sala en labores de atención al público». Revuelta admite que «la gente siempre nos sorprende, por supuesto, porque aquí muchos vienen a preguntar cosas, no sólo del museo, sino de todo. Llega mucha gente de fuera y como el museo es sobre el País Vasco, se interesan por nuestra cultura o por a dónde pueden ir a comer. Y no son pocos los visitantes donostiarras que no conocían San Telmo y se sorprenden cuando vienen».

La prohibición de sacar fotos suele ser una de las principales fuentes de problemas porque «hay muchos visitantes que las hacen y tienes que volver a recodárselo a pesar de que ya lo haces a la entrada. Tampoco se puede entrar con mochilas, pero no solemos tener muchos problemas, la gente se porta bastante bien». Pero la tentación de tocar los objetos expuestos, también suele obligar al personal del museo a estar atento. «Hay muchas cosas que están al aire, sin vitrina ni nada, sobre todo en la zona de industria. Por ejemplo, todo el mundo se sube al Seat 600 para sacarse la foto, lo cual no está permitido, pero bueno....»

Reconoce también que «hay exposiciones que te gustan más que otras. Por ejemplo, la de Elcano me encantó y eso se nota cuando la gente te pregunta algo porque te has interesado más y tienes más cosas que decir», concluye Berta Revuelta desde la taquilla de San Telmo.