Regeneración de la vida La Palma: entre el abismo de la extinción

2022-09-24 06:46:43 By : Ms. Zontop Z

La regeneración de la vida se abre paso entre la ceniza y bajo el mar de La Palma; un proceso lento, pero que ha acelerado la evolución

Entre los paisajes lunares que ha dejado el volcán, la regeneración de la vida se resiste en La Palma. Escenarios calientes, negros, humeantes y, sobre todo, silenciosos. Nada vive a kilómetros a la redonda de la lava solidificada que, con razón, llaman malpaís. Mientras, en las faldas del cono volcánico, un manto como de nieve negra tapiza permanentemente el paisaje. La ceniza ha asfixiado a casi toda la vegetación. A toda, menos a una especie que acaba de lograr un nuevo récord mundial en resiliencia. El pino canario es el campeón del mundo de la supervivencia.

Un año después, como al olmo de Machado, a los ejemplares más cercanos a la erupción algunas hojas nuevas les han salido. Postes raquíticos y abrasados sobre el tapete negro se motean de verde. “Es de lo más impresionante”, asegura María Guerrero, que visita cada mes a estos pinos canarios que mide y matricula uno a uno junto a otros dos biólogos con los que forma un equipo que ha seguido visitando el volcán cuando los focos se apagaron en diciembre.

Este puede ser el trabajo de su vida: una tesis doctoral sobre cómo se sobrepone y llega la regeneración tras un cataclismo volcánico como el de La Palma. Una investigación de campo que prácticamente sólo ocurre una vez en la vida.

“El 85 días pudimos ver aspectos de la evolución de las especies que difícilmente puedes vivir en el campo”, añade su director de tesis, Manuel Nogales, responsable de Ecología y Evolución en Islas del IPNA-CSIC en Canarias. Los pinos (o más bien, sus troncos y restos de ramas) han rebrotado ajenos a sus propias raíces, sepultadas bajo varios metros de esa ceniza, seguramente agotadas. Los pinos “están tirando de sus células de reserva –parénquima axial–”, en las ramas, en la parte aérea. La inflación dificulta la reconstrucción en La Palma

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No está claro que puedan seguir adelante. Algunos han comenzado a marchitarse tras su regeneración en La Palma. “No sabemos qué puede estar pasando –dice Guerrero–, no sabemos si están aguantando el verano como pueden y luego van a morir”.

Esto, en los más cercanos al cono, los que se abrasaron. “A 3 km de radio, los pinos y resto de la vegetación afectada se está recuperando bastante bien”. El pino canario es hijo de los volcanes. De 13 millones de años conviviendo con erupciones, “no es que se haya adaptado a los incendios, como se suele decir”, apostilla Nogales. Lo tiene todo: robustez, corteza ‘blindada’, piñas que sólo se abren con el calor…

Aún es pronto para saber el alcance destructivo en las especies de la isla, tanto en flora como en fauna. Datos preliminares apuntan a que endemismos locales se han visto muy afectados. “Ocho especies [de insectos] no han desaparecido del todo, pero están al borde del abismo de la extinción”, apunta Félix Medina, biólogo del Cabildo de La Palma que también estudia la regeneración de la isla junto a María y a Manuel. Los datos de barreras fluviales derribadas en España y Europa

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En el reino animal, Nogales y su equipo vio mientras duró la erupción cómo los excrementos de conejo que aparecían estaban particularmente negros, delatando toda la ceniza que estaban comiendo. Los lagartos tizones se condenaron a muerte, al meterse en sus refugios mientras el volcán escupía lava y ceniza.

Nogales apunta que “los lagartos desaparecieron, acabó con sus refugios y plantas e insectos –base para su supervivencia– murieron a las dos semanas, deshitradados”. No supone su extinción, pero sí liquidarlos de este ecosistema palmero. Igual que ha ocurrido con el cardón (Euphorbia canariensis), una suerte de ‘candelabro’ espinoso, cual cactus, que “desapareció del mapa; en el 100% de la parte costera no quedó ni uno vivo”.

El drama podría haberse consumado en una triste carambola con otra planta en particular: la Parolinia aridaneae. Este nombre científico es todavía provisional, porque este vegetal fue ‘descubierto’ (o descrito) hace poco por el biólogo Arnoldo Santos. De esta brasicácea (como las coles o la colza) apenas se conocían unos 200 ejemplares, exclusivamente en el palmero valle de Aridane, al pie del volcán. ¿Se ha extinguido una especie casi antes de ser ‘fichada’ por la botánica? No. “Su población está bien”, ha confirmado Nogales. Por poco.

Para este científico, “parte del pool genético de algunas especies puede desaparecer y son las que sobreviven de estos eventos las que permanecen con su carga de genes; pueden evolucionar con variaciones”. La máquina de Darwin, en marcha. La regeneración en La Palma también es renovación del catálogo.

Alrededor de un mes después de que se iniciase la erupción en Cumbre Vieja, los equipos del IEO-CSIC que metieron cámaras en el bajo la llamada fajana vieron cómo la mayor parte de la vida había quedado arrasada. Lo sabían bien los pescadores, que notaron cómo la fauna, de hecho, había huido en los días previos a la explosión del volcán. Pero ya en octubre algunos animales seguían (o habían vuelto).

En las imágenes subacuáticas se ven cangrejos ermitaños cubiertos de ceniza, pero vivos y coleando. También algunas langostas. Pendientes de nuevas campañas que den fe de cuanto está ocurriendo ahí debajo, Francisco Javier González y Blanca Rincón (IGME-CSIC) se atreven a pronosticar que la regeneración de la vida habrá empezado bajo el mar de La Palma.

En octubre de 2021, las cámaras subacuáticas del IEO mostraron que la vida ya estaba volviendo bajo la ‘fajana’.

Ambos son expertos en el resurgimiento submarino de El Hierro, tras la erupción subacuática en La Restinga (2011). “El entorno es hostil para lo que nosotros conocemos. Los volcanes son extremos, por lo que la vida ya está acostumbrada”, dice Rincón. En el caso de La Palma, el rápido enfriamiento de las lavas en contacto con el agua hace que queden fosilizadas formas imposibles, cavernosas, llenas de oquedades y túneles… ideales para que la nueva vida las colonice. Pero paso a paso.

Con una muestra de El Hierro en la mano, González explica que las lavas del submarino volcán Tagoro (como las de La Palma) “son negras por debajo, pero por encima hay una capa anaranjada”. Son óxidos de hierro. “Los microorganismos son los primeros en volver. Comen hierro y dejan esos tapetes de depósitos oxidados”, añade Rincón. Esta será, a su vez, la comida de otros organismos. Y así, hasta los animales más grandes.

En general, estos materiales escupidos por el volcán son óptimos para la regeneración de la vida en La Palma. Están cargados no sólo de ese hierro, sino de compuestos con nitrógeno, potasio o calcio. Los típicos ingredientes de los fertilizantes industriales. “Es abono natural”. Pero la clave está en la dosis y la temperatura.

¿Servirá para las plataneras? Un equipo de la Universidad de La Laguna investiga el papel de la ceniza en la agricultura. Porque, aunque sea un excelente fertilizante, las cantidades vertidas son descomunales. Pueden ser contraproducentes en los cultivos, aunque tienen, también, la capacidad para retener la humedad del suelo, en lo que es una ventaja.

Hasta la fecha, algunas investigaciones apuntan a que una mezcla de tierra con porcentajes de ceniza volcánica entre el 25% y el 75% es óptimo para el crecimiento de la platanera. La lluvia cenicienta, al final, no les ha venido del todo mal a las plantaciones que sobrevivieron.

Otra cosa será plantar plataneras en zona de malpaís. Esto requerirá algo más que paciencia, y bastante mano humana para crear suelo, “algo que llevaría siglos”, señala el volcanólogo del IGN Stavros Meletlidis. Esto ya se ha hecho tras erupciones como la de San Juan (1949) o Teneguía (1971).

“Ya se han planteado proyectos y diseños”, refiere Medina respecto a la regeneración y replantación de las plataneras en La Palma, “pero la duda es si con el calor residual se puede hacer. El problema yo creo que es el del tiempo. Y habrá que hacerlo con cabeza“.

“En Hawái hay más de mil especies de moscas del género Drosophila. Es debido a los islotes lávicos que evolucionan aisladamente”, ejemplifica Nogales. Algo así estará ocurriendo con la regeneración de La Palma.

Entre las lecciones que estos equipos van sacando de este cataclismo, destaca la resiliencia de algunas especies. “Cuando invertebrados se separan y ves esto en vivo, te explicas muchas cosas de la variabilidad de especies en islas”, añade Medina. Son un paraíso de la biodiversidad no por casualidad. Sino por ser, a veces, un infierno de lava.

“Hemos podido ver que en los 2 km más cerca del volcán sólo han sobrevivido las plantas más leñosas”. Esto responde a por qué en Canarias predominan los troncos frente a las hierbas. “El volcán mató a toda la planta pequeña. La ceniza… pudimos excavar metro y medio pero las manos ya no nos dieron para más”, explica gráficamente el biólogo del Cabildo.

“También nos ha impresionado la capacidad de los vertebrados para cambiar la dieta“, añade su compañero. Ahora, “estamos en una posición privilegiada –se suma Guerrero– para ver cómo responde la biodiversidad ante un evento de estas características y estudio para ver que rutas genéticas se encienden [tras la erupción del volcán]”.

Ella, Medina y Nogales reconocen el sobrecogimiento de haber estado trabajando sobre el terreno durante la erupción, “en lugares que, a lo mejor, al día siguiente ya no estaban”. Ahora continúan sus visitas mensuales de seguimiento. Entre la tragedia, y marcados por el dolor de los palmeros, hablan también de la otra cara, la de la apasionante de la fatalidad de los lugares nacidos del fuego. “En La Palma –concluye Nogales– nos hemos asomado a la noche de la evolución en las islas volcánicas”.

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