Los universitarios son más altos que aquellos que no terminaron el instituto | Ideal

2022-08-08 10:38:59 By : Ms. Julie Zhu

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Estudiantes de la Universidad de Jaén. / IDEAL

Los tiempos de hambruna, de desastres naturales y de guerras que debilitan a las generaciones venideras han quedado atrás. No hay desnutrición infantil como tal en nuestro país, primer mundo de economías y preocupaciones. Sin embargo, ¿continúa habiendo desigualdades entre la población? ¿Cómo comprobarlo? La estatura de la gente es la respuesta.

Esta es la pregunta que se hizo un grupo de la Universidad de Jaén, en colaboración con la de Murcia. El crecimiento físico, es decir, la estatura se considera el 'espejo de la salud', por lo que sirve de referencia para conocer las condiciones de vida previas a la adultez. Los factores medioambientales son importantes, así como la genética, y su interacción da como resultado el balance de altura media.

«Somos más altos que nuestros abuelos, sin duda, no obstante, ignorábamos que esa tendencia estaba acompañada de convergencias o no entre grupos sociales», asegura el sociólogo Antonio David Cámara, de la Universidad de Jaén, al frente del equipo que realizó el estudio. En él quedó claro que la diferencia de clases sociales afecta a la estatura y los universitarios actuales miden tres centímetros más que los que solo realizaron estudios primarios. Al remontarnos a los nacidos en 1940, la diferencia es de 4,5 centímetros. El escalón se ha reducido, pero sigue presente en la sociedad.

En las mujeres la diferencia es de 2 centímetros, con apenas diferencias a lo largo de las décadas a causa de su limitado acceso a los estudios superiores en las generaciones pasadas.

Pero ¿es mucha diferencia? La media actual de varones, de 176 centímetros, es seis veces mayor que la media de cualquier otro de los años 40, por ejemplo. Son cifras que, según el sociólogo de la Universidad jienense, se ven con más claridad en los extremos. «Basta con ir a un colegio público en un barrio desfavorecido y a uno privado en otra zona con familias más adineradas, ahí se ven diferencias de más de esos tres centímetros», señala.

El equipo de la UJA basó la investigación tras analizar nueve encuestas nacionales y otras dos del mismo estilo de la Unión Europea, realizadas en su día en entrevistas personales, desde 1987 a casi 74.000 personas que tenían entre 23 y 47 años. En conclusión, se observa una mayor igualdad comparado con periodos de grandes depresiones sociales o la salida de España de la Guerra Civil, aunque «aún queda camino por recorrer», destaca Cámara. Son varios los datos que averiguaron con la investigación de forma «colateral».

Por ejemplo, entre las generaciones españolas de nacidos en la segunda mitad del siglo XX, por primera vez en cuatro décadas, el crecimiento se ha detenido. «No sabemos si es algo transitorio, pero no avanza de forma ininterrumpida como antes», apunta. Y es que el Estado de Bienestar ha dado un salto cualitativo importante a la salud de los ciudadanos. La alimentación, las condiciones de vida y la eliminación del trabajo infantil o la sanidad pública, entre otros, fomenta que se alcancen datos superiores a otras décadas, lo cual se observa también en las mujeres. «Una mujer actual sería más alta que cualquier hombre de la élite del siglo XVIII, que contaban con una media aproximada de 160 centímetros», asevera Cámara.

La novedad del estudio realizado en la institución jienense es que se ha usado el nivel educativo y, también, la ocupación del cabeza de familia para determinar el estatus al que pertenecen los que participaron en el estudio para realizar la media. «Llegado un momento, aunque seas rico o pobre, entrar en un aula universitaria es accesible, no es tan impermeable como antes, así que otro referente es el de a qué se dedica el cabeza de familia, que clarifica la pertenencia a la clase social», explica.

De esta manera, se observa que a pesar de haberse democratizado el acceso a estudios superiores, es «complicado» captar las diferencias socioeconómicas, por lo que al conocer el trabajo de los padres, su nivel en la escala social, se descubren las variables y condiciones ambientales. Cómo han crecido, cómo fue su infancia y adolescencia hasta llegar a donde están, también afecta en el resultado final de los datos.

En conclusión, a pesar de la intervención del Estado de Bienestar y de las políticas públicas garantistas, «aún con todo, hay desigualdad», lo cual repercute en la diferencia en términos antropométricos. Son, de hecho, diferencias, «persistentes».

«El estudio no nos habla de todo, no informa de la libertad de prensa que han tenido o lo feliz que son las personas», apunta Cámara. Sin embargo, pone el ojo en que, «a pesar de vivir en una sociedad rica como es España, dentro de los países mejor situados económicamente, puede dar la impresión de que ciertas necesidades básicas están cubiertas, pero no es así, y lo demuestran los datos», subraya.

Explica que «cuando vamos más allá de las medidas y nos adentramos en los diferenciales socioeconomicos, se confirma». Destaca que al realizar una aplicación de estos estudios antropométricos en ámbitos sociales más concretos, «se relevan déficit importantes y carencias esenciales en apartados como de la salud nutricional y del bienestar biológico, entre otros». En definitiva, «se pone la desigualdad sobre la mesa con datos».

Insiste en que hay que ser conscientes de los beneficios del Estado de Bienestar, pero también de sus carencias, al no ser «perfecto». Para llegar a estas conclusiones, el sociólogo Antonio David Cámara ha trabajado durante varios años con un equipo en la Universidad de Jaén, aunque la idea surgió en Múnich.

Fue durante una conversación con compañeros de profesión, sobre la estatura y los cambios socioeconómicos. «Una charla con colegas de la Universidad de Murcia que, por ello, también forman parte del proyecto en el que hemos estado trabajando durante varios años».

«Nunca pensamos en la repercusión que tendría el estudio, ni en sus conclusiones finales», afirma Cámara, que tan solo hizo una pregunta y los datos le devolvieron la respuesta de la desigualdad en el primer mundo del siglo XXI.