Dos siglos después de su nacimiento, Chávez puso de moda a Simón BolÃvar tras de declararse ferviente admirador de sus ideas y convertirle en todo un sÃmbolo de la revolución «bolivariana». Algunos años después, la serie de televisión colombiana de Caracol Televisión y Netflix, que se estrenó en 2019 con el nombre de «BolÃvar», supuso para muchos un acercamiento a la figura del general venezolano que, si bien tiene parte de ficción, es capaz de desertar curiosidad histórica. Pero antes de que la figura heroica del gran libertador de Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Panamá se acercarse al gran público casi en formato telenovela, Manuel RodrÃguez, un venezolano huido del régimen chavista afincado en Madrid e hijo de gallegos, ya pateaba las calles de la capital explicando a todo aquel que quisiera escucharle las andanzas de «El libertador» en el año y medio que estuvo en España, la mayor parte en Madrid, desde que se tienen registros de su presencia, en 1798. Fue en 2016 cuando RodrÃguez, coordinador del partido verde laborista La Causa R, además de coordinador de las plataformas Ayuda a Venezuela y Simón BolÃvar, comenzó a impulsar estas rutas históricas, de tres kilómetros de recorrido, por el corazón de la capital, que permiten seguir los pasos de una figura de la talla del general venezolano. Su paso por Madrid y por otras ciudades europeas, como ParÃs o Roma, fue el acelerante de su ansia revolucionaria después de beber de todos los movimientos que se estaban gestando en ese momento.
«Creé la ruta por curiosidad en un momento en el que estaba sin trabajo y, después, se han ido uniendo otras personas que me ayudan a explicar la historia de BolÃvar, como Anabela Torres y Richard Zambrano, que lo hacen desinteresadamente».
Por si hubiera alguna duda, RodrÃguez deja muy claro que estas rutas tienen una finalidad cultural, porque asegura haberse visto en situaciones que le han dejado sin respuesta. «Un dÃa un señor me dijo que dijo que BolÃvar no le gustaba porque era chavista», aún recuerda. Entre los que acuden para conocer las huellas madrileñas del admirado revolucionario se encuentran muchos venezolanos que están en la ciudad, historiadores...Y hace unas semanas Michel Capelo, descendiente en séptima generación de la familia BolÃvar Palacios.
La ruta comienza en la glorieta de Bilbao, conocida durante mucho tiempo como «de los pozos de nieve» porque allà llegaban las recuas cargadas de nieve a la ciudad. Se tienen registros de que el prócer venezolano llegó con 15 años a caballo, seguido de sus esclavos, en 1799. «Sólo en los tres primeros meses se gastó lo equivalente hoy en dÃa a 300.000 euros», relata Manuel. Y es que BolÃvar, huérfano de padre y madre, en aquel momento era una de las grandes fortunas de Latinoamérica. Hoy, podrÃa ocupar un puesto destacado en la lista «Forbes» de los más ricos. BolÃvar llegó a España en barco, en «La Guaira», cuya maqueta se encuentra en el museo de la Ciudad. Hizo escala en el Puerto de Veracruz y La Habana y Manuel relata que se gastó tanto dinero que tuvo que pedir dinero prestado al capitán del barco que, curiosamente, era un antepasado del polÃtico de Vox Iván Espinosa de los Monteros. Su objetivo era encontrarse con sus tÃos maternos: Pedro y Esteban Palacios. Este último ocupaba un alto cargo en el Real Ministerio del Tesoro y formaba parte de la corte del Rey Carlos IV, aunque antes pasó por Bilbao, donde tenÃa familia. Desembarcó en Santoña pudiendo hacerlo en Bilbao, hasta donde viajó por tierra. «Mi teorÃa es que se mareaba mucho en barco por lo que cuentan algunas cartas de la época».
BolÃvar se casó con MarÃa Teresa RodrÃguez del Toro, pese a las resistencias del padre de ella, también de origen venezolano, que llegó a pedir al Rey su destierro para que dejara de tener contacto con su hija por su apasionado empeño en casarse con la joven. Lo hizo en un antiguo palacio, situado en la calle Gravina con Libertad, del que hoy no queda nada, el 26 de mayo de 1802. Hoy puede observarse un edificio de tres plantas que exhibe en su fachada una placa, situada en el primer piso del edificio, que da fe del acontecimiento.
RodrÃguez relata como curiosidad que el ramo lo llevaba él, en lugar de la novia, por que la tradición en aquel momento era que debÃa exhibirlo el miembro más joven de la pareja y, en este caso, era BolÃvar, que tenÃa tres años menos que su mujer. También puntualiza que MarÃa Teresa hubiera querido casarse en la BasÃlica de Atocha, pero ese privilegio le estaba vetado al tratarse de hija de extranjeros. Al enlace no acudió ningún familiar de «Simoncito», como le llamaba su familia. «Ningún BolÃvar y Palacios se podÃan acercar porque eran unos afrancesados y las crónicas cuentan que la zona estaba rodeada de guardias reales a los que se habÃa ordenado apresar a cualquier miembro de la familia que tuviera presencia en el evento...Asà que contrajo matrimonio solo, sin ningún familiar que le acompañara. Y es por eso por lo que BolÃvar aparece en todas las imágenes que se conservan con cara triste», dice mientras relata los acontecimientos históricos que ocurrieron en aquella época y todas las andanzas amorosas del venezolano.
BolÃvar se casó en la desaparecida parroquia de San José, pero hay otra iglesia con el mismo nombre en el número 43 de la calle Alcalá que recordaba con una placa el enlace, aunque no se celebró en ese enclave. Las autoridades venezolanas pidieron a la iglesia que colocara una nueva placa, en 1980, en la que se aclarara que la boda se habÃa celebrado en la antigua parroquia de San José, tal y como creÃan muchos venezolanos.
BolÃvar no fue un buen estudiante, pero tuvo la oportunidad de formarse durante su estancia en Madrid en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Alcalá, 13), en geografÃa, historia, latÃn, ciencias del universo, inglés y francés. Estuvo poco tiempo porque sus tÃos cayeron en desgracia.
En esta céntrica vivienda, propiedad del Marqués de Lequerica, residió con sus dos tÃos (Esteban y Pedro Palacios). Está muy próxima a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde podÃa continuar con sus estudios. La vivienda aún cuenta con sÃmbolos masones, porque sus tÃos lo eran, según aclara Manuel RodrÃguez, que incluso añade que, cuando se hizo una reforma en el edificio, se encontró una capilla masónica. En la primera planta hacÃan vida social; en la segunda estaban los dormitorios y, en la última, se alojaban los criados. Durante la guerra civil hubo checas. En los años setenta se remodeló el edificio tras permanecer muchos años vacÃo. Allà también se instaló una congregación de monjas dedicada al cuidado de enfermos y fue residencia de un médico que atendÃa a escondidas a personas sin medios. BolÃvar vivió en el edificio desde septiembre de 1799 hasta principios de 1801, cuando la guardia real fue a buscar a sus tÃos.
En el primer piso de Fuencarral, entrando por Gran VÃa, pasa desapercibida al viandante una placa en la que se recuerda que en ese lugar vivió la esposa del «genio de la raza».
Actualmente sede del Ministerio de Exteriores, se cuenta que el prócer venezolano estuvo preso en sus instalaciones en 1800. Se han barajado varias hipótesis, pero la que cuenta con más peso o es más creÃble para Manuel RodrÃguez es que el encarcelamiento tuvo que ver con un asunto de faldas. «Salió con muchas mujeres y no respetaba las mujeres ajenas».
Aunque en principio no está incluido en la ruta, se puede completar con la visita a la estatua ecuestre de «el libertador» en el Parque del Oeste.