Niños y verano: mitos y leyendas

2022-05-20 02:51:32 By : Ms. Osakadental Liang

La llegada del buen tiempo es momento de alegría para los que somos padres y madres. Por fin quedaron atrás las interminables tardes de invierno en las que se hacía de noche muy pronto o los días de lluvia en los que salir a la calle con niños pequeños era aventurarse a volver a casa calados hasta los huesos y llenos de barro hasta las orejas… ¡Por fin podemos estar en la calle hasta la hora de los baños y las cenas! ¡Por fin los niños pueden correr a sus anchas todo el tiempo que quieran! ¡Por fin abren las piscinas!

Pero como todo en está vida, la cultura popular esta llena de mitos y leyendas acerca de la salud de los niños que durante el verano vuelven a salir a la palestra y no es raro que la tía Maripepa nos diga cosas como que no hace falta que le echemos tanta crema al niño que ya está morenito o nos llegue por el Whastapp de la clase del niño una publicación en la que se asegura que como en verano hay mucho sol podemos dejar de dar la vitamina D a nuestro hijo menor de un año.

En esta publicación repasamos los mitos y leyendas más importantes que debéis de conocer para que durante estos meses de buen tiempo no caigáis en falsas ideas que pueden tener trascendencia en la salud de vuestros hijos.

Este es quizá unos de los mitos más extendidos sobre niños y verano. No sé a quién se le ocurrió que las madres y los padres tienen que quedarse en casa todo el verano sin poder disfrutar de un paseo por la playa o un baño refrescante por traer una criatura a este mundo. Vamos, ni que fuera un vampirillo que hay que tenerlo encerrado en casa todo el día…

Lo que sí que es verdad es que a los niños menores de 6 meses no les debe dar el sol de forma directa y prolongada ya que su piel es muy sensible y se puede quemar con mucha mayor rapidez. Además, la mayoría de protectores solares no están aprobados para su uso por debajo de esta edad. Y por otro lado, sí que es verdad que en las horas centrales del día puede hacer mucho calor en la calle para un bebé tan chiquitito.

Pero de ahí a no poder bajar a la playa hay un trecho. Podríamos ir perfectamente si dejamos a nuestro bebé a la sombra, además de ponerle gorrito y ropa de manga larga, pero fresquita. Por otro lado, si en la zona en la que pasamos el verano a medio día hace mucho calor, intentaremos ir a primera o última hora del día.

Por fortuna, la tecnología ha inventado un par de aparatos que refrescan el aire. El más antiguo de ellos es el ventilador (unas aspas que remueven del aire), mientras que el aire acondicionado lo que hace es emitir aire frio al ambiente para compensar el calor de una habitación.

Es cierto que si pones el aire acondicionado a muy baja temperatura o si el chorro de aire del ventilador le da de forma directa a un bebé puede quedarse frío, ya que no es capaz ni de abrigarse ni de producir calor para compensarlo, pero eso no hace que con prudencia no se pueda utilizar.

De esta forma, si ponemos aire acondicionado a una temperatura no muy baja (ej. 26-27ºC) o dirigimos el aire del ventilador al techo, estamos seguros que os refrescará lo suficiente para que no tengáis a un bebe a la brasa llorando sin parar por el calor que hace en verano.

La recomendación actual de la Asociación Española de Pediatría es que todos los niños por debajo del año de vida reciban suplementos de vitamina D independientemente de dónde vivan y del tipo de alimentación que reciban.

Es cierto que la vitamina D se forma en la piel gracias a los rayos del sol, pero si ya hemos dicho que a los niños pequeños no les debe dar el sol durante los primeros 6 meses y de ahí en adelante habrá que usar protectores solares, parece razonable que esta recomendación se siga manteniendo aunque en verano haga buen tiempo. Tampoco os preocupéis si pensáis que entre la vitamina D que forma la piel y el suplemento que reciben se podrían llegar a intoxicar, ya que el limite para esto está muy lejos de la cantidad de vitamina D que les damos al día.

De forma similar, en los niños mayores de un año no hace falta darles vitamina D durante el verano por mucha crema que les pongamos para bajar a la playa o la piscina, ya que con el sol que reciben el resto del día y con una alimentación variada es suficiente para cubrir las necesidades diarias de vitamina D de un niño cualquiera.

Durante los primeros 6 meses de vida de un niño el único alimento que debe recibir un niño es leche, ya sea de la teta de su madre o en forma de fórmula con un biberón. Si respetamos al demanda del niño, es decir, si le damos de comer cuando tenga hambre, esto cubrirá sus necesidades nutricionales, pero también sus necesidades de líquidos al día. Porque no lo olvidemos, la leche es un alimento que también aporta agua.

Si damos a un niño de esta edad agua en vez de leche, cabe la posibilidad de que luego no haga bien las tomas y deje de recibir todas las calorías y nutrientes que necesita para crecer, así que no, no ofrezcáis agua a vuestros hijos pequeños.

Y por otro lado, es muy probable que durante estos meses notéis que aumenta la demanda de vuestros hijos. Seguramente esto se deba a que tienen más sed y por eso quieren comer más, pero, de nuevo, debe hacerse con leche y no con agua.

Una de las cosas que hace la piel para protegerse de la radiación solar es formar melanina, un pigmento que producen las células de la piel (los melanocitos) y que da el aspecto bronceado que estamos acostumbrados a ver en la gente que toma mucho el sol.

Sin embargo, esta protección no es suficiente para evitar los efectos dañinos del sol en la piel (quemaduras, envejecimiento prematuro y mayor riesgo de cáncer en el futuro). Por ello, aunque a medida que avance el verano veáis que vuestros hijos se ponen morenos, debéis seguir echándoles protector solar: en caso de exposiciones prolongadas (más de 15-20 minutos al sol) utilizar protector solar de 50 SPF y repetir al menos cada 2 horas y siempre después del baño.

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Los productos que se utilizan para que el agua de las piscinas no se ponga verde y empiecen a salir algas suelen ser el cloro y más recientemente piscinas con sal.

De nuevo, no sé a que mente corrupta se le ha ocurrido que los bebés, y por tanto sus papás, no pueden disfrutar de un baño refrescante y que deben quedarse castigados en la toalla y pasando calor.

Es cierto que tanto el cloro como la sal pueden llegar a irritar la piel de los bebés, pero esto se soluciona muy fácilmente si los baños en las piscinas son cortos y después les aclaramos la piel con agua dulce.

No sé a vosotros, pero no secarse el pelo en verano es una de las cosas más satisfactorias de esta época. Si además corre un poquito de brisa, pues ya tienes el aire acondicionado montado sin tener que pagar electricidad.

Que un niño se acueste a dormir con el pelo mojado (o que camine descalzo o que duerma con la venta abierta o todo lo que os podáis imaginar que vaya en esa línea…) no va a hacer que al día siguiente tengan fiebre. Recordad que la fiebre en los niños es sinónimo de infección en el 99,9999% de las veces y que esas infecciones se producen por microbios que nos contagiamos unos a otros.

Por tanto, si nuestros hijos tienen fiebre en verano, aunque solo sea durante un día, podemos poner la mano en el fuego de que se trata casi con toda seguridad de un virus y no que esté provocada por no haberle pasado el secador de pelo la noche anterior.

Las infecciones de orina son enfermedades en las que ante un cuadro clínico compatible (dolor al orinar, ir muchas veces al baño…) se hace un cultivo de orina y observamos crecimiento de una bacteria. Resumiendo mucho, esas bacterias que provocan las infecciones de orina llegan a la vejiga (o a los riñones) por vía ascendente utilizando la uretra como escalera desde los intestinos y el ano. Por eso las infecciones de orina son más frecuentes en mujeres, ya que tienen la uretra más corta y a las bacterias les resulta más fácil hacer ese camino.

Si la zona genital está más húmeda de lo normal facilita el crecimiento bacteriano del que hablábamos, por lo que que se produzca una infección de orina es más probable. Por ello, sobre todo en niñas pequeñas, debéis cambiar el bañador tras el baño para intentar mantener esa zona sin un exceso de humedad.

A partir e los 6 meses de vida se puede dar practicante cualquier alimento a un niño, incluso esos a los que antes se tenía miedo y se pensaba que por darlos pronto podían desarrollar una alergia, como el huevo o el pescado. Nada más lejos de la realidad ya que para desarrollar una alergia lo primero que hay que tener es una predisposición genética (que no todos los niños tienen), y por otro lado, se sabe que aquellos niños predispuestos incluso es más fácil que toleren estos alimentos si se introducen en su alimentación de forma temprana, lo que se conoce como ventana inmunológica.

Por todo ello, si os apetece dar a vuestros hijos sandía, melón, kiwi, melocotón o mango y ya han cumplido 6 meses podéis hacerlo siguiendo las mismas recomendaciones que para el resto de alimentos nuevos, es decir, evitando dar dos alimentos nuevos a la vez para que en el caso de que sí que tengan alergia podamos identificar a cuál de ellos se trata.

Para que un niño se ahogue basta con que las piscinas tengan un palmo de agua, es decir, la cantidad suficiente que le cubriría la cara en el caso de que se cayera y no pudiera darse la vuela o ponerse de pie. De hecho, la mayoría de las piscinas infantiles suelen tener algo más de profundidad.

Por ello, independientemente de si vuestros hijos utilizan algún sistema de flotación o no, mientras no sepan nadar de forma autónoma y segura, siempre que estén en la piscina debéis vigilarles para que en el caso de que se caigan les podáis ayudar.

Y recordad que mientras un niño se ahoga no puede gritar porque está bajo el agua. Así que siempre que vuestros hijos se estén dando un chapuzón debe haber un adulto vigilándoles.

Las necesidades de sueño de un niño no varían porque sea verano o invierno, es decir, un niño debe dormir las horas que le tocan para poder descansar, ya sea con siestas o sin ellas.

Lo que sí que es cierto es que en verano se hace de noche más tarde, lo que puede hacer que no se quieran meter en la cama a la hora que les toca porque, como suelen decir, «todavía es de día» o que se acuesten en horarios diferentes a los meses escolares porque hacemos actividades que acaban más tarde y, al fin y al cabo, son vacaciones y no pasa nada porque se duerman un poco a deshora.

El problema de todo esto es que si día tras día, semana tras semana, los niños van acumulando jornadas en las que duermen menos de lo que les toca, es muy probable que con el avance del verano les veáis más cansados e irritables y que antes de que acabe agosto pidáis a gritos que por favor vuelva la rutina.

Así que ya sabéis, procurad que vuestros hijos descansen lo que les toca durante el verano, aunque algún día en concreto hagáis alguna excepción con los horarios.

Tags: bebés, calor, leyendas, mitos, niños, verano | Almacenado en: Consejos, Mitos y Leyendas

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