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Un Sant Jordi de contrastes. Del sol al granizo y las ráfagas de viento, con el predominio de las lluvias intermitentes y un cielo gris. Después de superar una pandemia, el miedo este sábado era que no hiciese buen día, pero no se había barajado la opción de que cayese una granizada. Los barceloneses, siempre poco acostumbrados a la lluvia, se han visto conmocionados cuando poco antes de la una de la tarde han empezado a caer bolas heladas, aunque pequeñas, no menos impresionantes. Era lo último que faltaba. “Como la Biblia”, sentenciaba Virginia Feito, que se ha estrenado este 23 de abril saboreando el éxito de La señora March (Lumen). “Me habían contado que iba a ser emocionante, pero nadie se imaginaba esto”, reconocía.

Tenía razón, pero, por suerte, el susto ha durado poco. No es de extrañar que el gentío se haya fundido en un sentido aplauso cuando ha vuelto a salir el sol. La emoción colectiva no ha servido de mucho porque la lluvia no ha tardado en volver, con alguna pequeña réplica de granizada y manteniendo el cielo gris y la lluvia para lo que quedaba de día. También han habido ráfagas de viento, que han afectado especialmente a las paradas de Paseo de Gràcia, dejando algunos heridos. Entre la granizada y el viento, algunos libreros han tenido que irse, con cajas rotas y libros maltrechos. El polen ha sido otro de los enemigos inesperados, convirtiendo los estornudos y los ojos rojos en una de las constantes del día.

A pesar del tiempo inestable, mucha gente ha salido en masa para celebrar este 23 de abril, que se ha ganado el título del primero poscoronavirus, a falta de que no haya un nuevo giro de guion. Sin restricciones como las del año pasado y disfrutando del primer fin de semana sin mascarillas en la mayoría de sitios, los asistentes se han fundido en un solo río humano, como antes, llegándose a sentir abrumados por la masa de gente. También han estrenado la supermanzana literaria que ha diseñado para la ocasión el Ayuntamiento, que ha permitido pasear tranquilamente desde Diagonal hasta Gran Via, solo parándose a dejar pasar los coches en un par de calles. La vieja normalidad debía ser preocuparse por cuestiones más cotidianas como el tiempo, las aglomeraciones o los carteristas.

Sabiendo que la lluvia amenazaba, los barceloneses han salido preparados de casa. “Como quien va de excursión, con el chubasquero y el paraguas”, contaba Carlota Gurt, que no se había querido dejar nada en su primer Sant Jordi. “También traigo mandarinas”, añadía. Gurt se estrena con Sola (Libros del Asteroide/Proa), “un cuento hacia atrás de una mujer que se destruye y se vuelve a construir”. “Pero no es lacrimógeno, es rabioso”, remarcaba la autora.

También ha sido la primera vez para Ennatu Domingo y Pilar Codony. A la primera, le han venido a ver “muy contentos” sus profesores del Instituto Vila de Gràcia, quienes le han pedido que les firmase Madera de eucalipto quemada (Navona), “un libro muy personal, pero que te hace viajar y crea puentes entre culturas”.

La también primeriza Codony proclamaba, casi sin creérselo: “Estoy firmando libros”. No solo se estrenaba como escritora en Sant Jordi sino que descubría cómo se celebraba esta festividad en Barcelona. Ella, de Banyoles y acostumbrada a irse a la Bisbal de l’Empordà a por los libros y las rosas, se mostraba un poco preocupada este sábado, teniendo en cuenta que no lleva muy bien las multitudes. A pesar de ser su primer 23 de abril, ya tenía alguna anécdota: “Ha venido una señora y me ha dicho: ‘Este libro no lo conozco, pero el anterior sí’. Claramente, se ha confundido de persona”. Para los que la quieran leer, de momento, tendrán que conformarse con su único libro, Distòcia (L’Altra Editorial).

Otro novato ha sido Jordi Cruz, el de Art Attack. “Muchos vienen y me dicen que soy su infancia. Es un reencuentro muy bonito”, señalaba. En su primera firma, con Mejor no te lo creas, ya se ha llevado un pastel con forma de dragón de Sant Jordi, muy artemaniaco, la verdad.

Como no podía ser de otra manera, entre los autores de las primeras veces, había otros más veteranos, que acumulan muchos Sant Jordi y aún más historietas. Todos agradecían poder volver a ver las caras enteras a sus lectores, “se celebra la normalidad”, apostillaba David Trueba, a quien una lectora le trae cada año el mismo ejemplar de Saber perder (Anagrama) para que se lo firme y luego se lleva la novedad, esta vez Queridos niños (Anagrama).

A David Trueba, una lectora le trae cada año el mismo ejemplar de Saber perder para que se lo firme y luego se lleva la novedad, esta vez Queridos niños

Para detalles, el de Santi Balmes, con cinco Sant Jordi en su historial. Este año, se lleva a casa la historia de una lectora que le ha ido a ver. Estaba embarazada y le ha anunciado que le pondrá el nombre de una canción suya a su bebé, Oniria. Ilusión también hace cuando te comparan con Roald Dahl. Eso le ha pasado a Laura Fernández, con La señora Potter no es exactamente Santa Claus (Literatura Random House) entre los brazos, a quien una lectora un día se le plantó con una carta, diciéndole que, como de pequeña no había podido escribirle al cuentista por excelencia, lo hacía con ella.

Siguiendo con las anécdotas, Rosa Montero contaba que le han llegado a dictar lo que tenía que poner en la dedicatoria. Este año, la escritora, que presenta El peligro de estar cuerda (Seix Barral), complementaba su firma con un poco de brilli brilli. “Me siento muy en deuda con los lectores”, sostenía. Al final, como decía Eduardo Mendoza, que firma en Sant Jordi desde 1977 y no se ha perdido casi ninguno, “no es el día del libro, es el día del lector”. Mendoza ha preferido guardarse las historietas para él, asegura que tiene tantas que escribirá un libro recopilándolas todas.

Sin llegar al récord, cifras similares a 2019

Al final, el mal tiempo ha impedido que este Sant Jordi fuera de récord, como se esperaba desde el sector. La Cambra del Libre de Catalunya estima que se han conseguido unas cifras similares a las del 2019, cuando se vendieron 1,6 millones de libros y se facturaron 22 millones de euros, pero no se han conseguido superar. Habrá que ver también las pérdidas de los libreros que han tenido que recoger su parada antes de tiempo e irse con mucho material echado a perder.

En catalán, los libros más vendidos en ficción han sido: Benvolguda (Columna) de Empar Moliner, El monstre de Santa Helena (La Campana) de Albert Sánchez Piñol, Mamut (Club Editor) de Eva Baltasar y Quan s’esborren les paraules (Columna) de Rafel Nadal. En no ficción: La Vall de la Llum (Destino) de Toni Cruanyes, L’alegria de viure (Univers Llibres) de Sílvia Soler y Crims: Llum a la foscor (La Campana) de Carles Porta.

En castellano, los más vendidos de ficción han sido: Roma soy yo (Ediciones B) de Santiago Posteguillo, El Libro Negro de las Horas (Planeta) de Eva García Saenz d’Urturi, El mapa de los anhelos (Planeta) de Alice Kellen —una de las autoras con más colas en las firmas de este Sant Jordi— y Violeta (Plaza & Janés) de Isabel Allende. En no ficción: Por si las voces vuelven (Planeta) de Ángel Martín, Cómo hacer que te pasen cosas buenas (Espasa) de Marian Rojas Estapé y La muerte contada por un sapiens a un neandertal (Ediciones Alfaguara) de Juan José Millás y Joan Luis Arsuaga.

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