La estación de esquà del Chacaltaya no es más que un buen recuerdo para La Paz, en Bolivia.
La Paz, sede de los poderes de Bolivia, está soportando su peor sequÃa en un cuarto de siglo.
Los glaciares en las montañas andinas circundantes son vitales para su abastecimiento de agua.
El periodista Simon Parker visitó la estación de esquà abandonada en el cerro Chacaltaya, una auténtica prueba de cómo ha cambiado el clima en esta ciudad en las últimas décadas.
Esto es lo que se encontró.
La estación de esquà de Chacaltaya, a 5.421 metros de altura sobre el nivel del mar, es (o era) la más alta del mundo.
Durante años los bolivianos disfrutaron de este entretenimiento de inspiración europea en el corazón de los Andes.
En estos dÃas, sin embargo, casi ya no queda nada de sus años de gloria. Parece más un viejo estudio de filmación abandonado.
"SolÃa ​​venir aquà cuando era un niño y jugar con la nieve durante horas, hasta que mis ojos y oÃdos me dolÃan por el frÃo y la altitud", relata Felipe Kittelson, de 63 años, mientras examinaba la árida montaña que se levanta frente a él.
"La gente iba a esquiar y andar en trineo aquà durante siete u ocho meses al año. Estábamos acostumbrados a llenar tazas con hielo y cubrirlas con un jarabe pegajoso para regalar", recuerda Kittelson.
Toda la montaña solÃa estar cubierta por una enorme capa de nieve.
"Este hotel solÃa estar siempre rodeado de mucha nieve, pero ahora no hay nada más que roca alrededor", lamenta.
Chacaltaya es hoy una cantidad de rocas enmohecidas con cientos de llamas resistentes al frÃo, pero solÃa ser un poderoso glaciar.
Lo que solÃa ser una atracción para la clase media y alta de La Paz es ahora un pequeño pueblo fantasma con maquinaria oxidada, una cafeterÃa que ahora luce espeluznante y un bar que ya no tiene parroquianos.
Allà todavÃa se ven las fotos de los esquiadores que por allà pasaron en los primeros años de la década del 90.
Todos vestidos con trajes multicolores.
El centro de esquà era una diversión para las clases medias y altas de Bolivia
Un estudio reciente del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo sugirió que la temperatura de la región aumentó medio grado centÃgrado en el perÃodo comprendido entre 1976 y 2006.
Medio grado podrÃa no sonar a mucho, pero para los hermanos Adolfo y Samuel Mendoza esa variación significó ver cómo el glaciar en el que vivÃan desaparecÃa frente a sus ojos.
"Entre mi hermano y yo, trabajamos aquà por décadas, operando los cables del funicular de remonte de montaña", cuenta Samuel Montaño, de 54 años.
"Nuestro padre trabajaba en este centro de esquà y hotel desde la década del 40, cuando esta área estaba toda cubierta de nieve", recuerda el hombre mientras bebe un mate de coca.
"Es muy triste ver todo de esta manera. Nosotros advertimos sobre esto en los años ochenta, pero nadie nos escuchaba. Cada año veÃamos que empeoraba", afirma Montaño.
Los hermanos Samuel y Adolfo Mendoza llevan décadas custodiando el abandonado centro de esquà de Chacaltaya
Adolfo, de 62 años y hermano de Samuel, cree que los humos tóxicos emitidos por cientos de miles de vehÃculos a diesel en la cercana ciudad de La Paz contribuyeron al derretimiento del glaciar.
Pero, dice, el problema es mayor que eso.
"Ocasionalmente, cuando nieva aquà arriba, la nieve está llena de una sustancia negra grasosa, como arena mugrienta", describe.
"Creo que los autos de La Paz tienen algo de responsabilidad, pero Bolivia no es un paÃs industrial. Estamos siendo afectados por el resto del planeta", señaló.
La semana pasada, las ciudades de ParÃs, Madrid, Atenas y Ciudad de México se comprometieron a prohibir todos los vehÃculos que funcionan con diesel hasta 2025, pero en un lugar como La Paz, donde los coches modernos son muy caros, una decisión similar puede demorar décadas.
En el centro de esquà ya no hay más visitantes ni turistas.
De vuelta en el Chaclataya, un puñado de mochileros se aventura a desafiar la altitud extrema para fotografiar esta montaña que a ratos deprime.
La desolación del Chacaltaya contrasta con las bulliciosas calles de La Paz.
Sin embargo, tal vez la actualidad del Chacaltaya pueda verse como un triste preludio de los problemas con el abastecimiento del agua que ahora enfrenta esa ciudad.
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